jueves, 23 de mayo de 2019

FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO


2.81. FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO
(SIGLO VIII. SAN JUAN DE LA PEÑA)

FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO  (SIGLO VIII. SAN JUAN DE LA PEÑA)


En los momentos inmediatamente posteriores a la conquista musulmana de Zaragoza, la principal ciudad del valle medio del Ebro, no era extraño advertir la presencia de pequeños grupos de cristianos huidos y escondidos en bosques, cuevas y montes que esperaban a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos por si podían regresar a los hogares que habían abandonado de manera precipitada. Estos fugitivos solían reunirse para llorar sus penas, solicitar la ayuda de Dios y ayudarse unos a otros. Fue en una de estas reuniones cuando, ante la permanencia de los moros en la ciudad, surgió la idea de reconquistar las tierras perdidas y tratar de fundar una ciudad cristiana.
Animados por esta ilusionante idea, los cristianos huidos —que conocían perfectamente la zona, pues no en vano era su casa— escogieron una cumbre inaccesible, la cima del monte Pano, como lugar de asentamiento de su primera ciudad tras la invasión agarena. Dicho monte, que situado entre Santa Cruz de la Serós y Botaya, está coronado en su cima por una extensa llanura, por lo que el trazado y la construcción fueron fáciles, máxime cuando aún hoy por allí abundan la piedra y la madera. Se dieron cita en aquel lugar familias enteras que se rigieron por los antiguos usos y costumbres bajo la protección de la Cruz, el auténtico símbolo de su fe.
No tardó mucho en llegar la noticia de la existencia de esta nueva y pequeña comunidad a oídos de Abdelaziz, gobernador musulmán de Zaragoza, quien, temeroso de que aquel intento pudiera constituir algún peligro, dispuso inmediatamente un ejército, capitaneado por Abdemelic, para tratar de someter a la ciudad de Pano.

Cuando los cristianos advirtieron la presencia del ejército musulmán se aprestaron a defender sus casas. En principio, las dificultades para acceder al lugar escogido pudieron mantener a salvo sus casas y enseres por un cierto espacio de tiempo, pero finalmente acabó imponiéndose el mayor poderío humano y bélico del ejército atacante, que penetró en la ciudad y la arrasó por completo, frustrando así el sueño de aquellas familias.
Nada quedó en la ciudad de Pano, salvo esta historia.

[Martínez y Herrero, B., Sobrarbe y Aragón..., I, págs. 46-48.]


El Real Monasterio de San Juan de la Peña situado en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca, Aragón (España), fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media. En su Panteón Real fueron enterrados un buen número de reyes de Aragón. Forma parte del camino aragonés del Camino de Santiago. Su enclave es extremadamente singular.


Cuenta la leyenda, que un joven noble de nombre Voto (en algunas versiones, Oto), vino de caza por estos parajes cuando avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa, pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano, se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vio una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y, en el interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Impresionado por el descubrimiento, fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes junto a su hermano Félix se retiró a la cueva, e iniciaron una vida eremítica.

Este sería el inicio del Monasterio del que escribía don Miguel de Unamuno:

...la boca de un mundo de peñascos espirituales revestidos de un bosque de leyenda, en el que los monjes benedictinos, medio ermitaños, medio guerreros, verían pasar el invierno, mientras pisoteaban la nieve jabalíes de carne y hueso, salidos de los bosques, osos, lobos y otros animales salvajes.

Claustro de San Juan de la Peña.
Claustro de San Juan de la Peña.


Se habitan estas montañas poco después de la conquista musulmana, al construir el castillo de Pano, destruido en el año 734. El origen legendario del Reino de Aragón también encuentra en el monasterio cueva de San Juan de la Peña su propia historia, cuando reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Félix deciden por aclamación nombrar a Garcí Ximénez su caudillo que les conducirá a la batalla por reconquistar tierras de Jaca y Aínsa, lugar este donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.

Reinando en Pamplona García Íñiguez y Galindo Aznarez I, conde de Aragón, comienzan a favorecer al Monasterio. El rey García Sánchez I concedió a los monjes derecho de jurisdicción, y sus sucesores hasta Sancho el Mayor, continuaron esta política de protección. Allí pasó sus primeros años San Íñigo. En el reinado de Sancho Ramírez de Aragón adquiere su mayor protagonismo llegando a ser panteón de los reyes de Aragón.

Fueron devastadores los incendios de 1494 y 1675. A raíz del último de ellos, se construyó el Monasterio Nuevo. El Monasterio Antiguo fue declarado Monumento Nacional el 13 de julio de 1889 y el Monasterio Moderno el 9 de agosto de 1923. La restauración fue dirigida por el arquitecto modernista aragonés Ricardo Magdalena.

Probablemente existiera algún tipo de cenobio anterior al siglo XI, pero la construcción de mayor importancia empieza el año 1026 por iniciativa de Sancho el Mayor. En el año 1071 el rey Sancho Ramírez cede el conjunto existente a los monjes cluniacenses y favorece su reforma. En este momento se levanta el conjunto que hoy queda, en mayor o menor medida. La reforma benedictina de Cluny no podía obviar la construcción de un claustro que se finalizará ya entrado el siglo XII.

A finales del siglo XI son un conjunto de capiteles de influencia jaquesa del claustro con temas de animales fantásticos y algunos motivos geométricos y vegetales donde destacan los roleos. Un segundo grupo, formado por veinte capiteles, fue encargado en el último tercio del siglo XII al llamado maestro de San Juan de la Peña, autor anónimo, también conocido como Maestro de Agüero, probablemente para sustituir otro anterior.​ El pequeño recinto ofrecía un cerramiento diáfano en forma de arcadas separadas por columnas. Los arcos se veían rematados con cenefas con el típico taqueado jaqués.

El Maestro desarrolla un programa sobre escenas bíblicas donde aparecen entre otras el Anuncio a los pastores, la Natividad, la Anunciación, la Epifanía, el Bautismo y la Circuncisión de Jesús, la Última Cena, episodios sobre Caín y Abel, la Creación de Adán y Eva, así como su Reprobación y posterior condena al trabajo. Seguramente el maestro de Agüero solo elaboró los capiteles para dos alas del claustro ya que a finales del siglo XII el monasterio entró en franca decadencia. El programa iconográfico que plantean los 26 capiteles que conservamos parece enfocar la Salvación a través de la Fe escogiendo los episodios más significativos para ello.

Se trabaja con bajorrelieves casi todos dominados por un horror vacui muy acentuado que provoca contorsiones en algunas figuras que superan el propio marco sacando un brazo como en la escena de Jesús y los Apóstoles. Los gestos son exagerados, casi teatrales, acentuando los ojos y la boca, y confiriendo narratividad a las escenas. En cuanto a las formas, estas se someten a esquemas geométricos que dominan desde la configuración del rostro o los pliegues de los paños, hasta los movimientos de caballos o de la misma agua que se vierte de un jarro a otro.

En el piso superior se encuentra el Panteón real. En él, durante cinco siglos se enterraron algunos de los monarcas de Aragón y de Navarra. Su aspecto actual data del siglo XVIII.

En San Juan de la Peña, los reyes de Aragón fueron sepultados en tumbas de piedra colocadas en tres órdenes superpuestos, desde la roca hacia afuera, presentando a la vista solo los pies del féretro. El panteón real ocupa las dependencias de la antigua sacristía de la iglesia alta, que data del siglo XI; fue reformado por Carlos III en 1770, siguiendo las indicaciones de don José Nicolás de Azara y del conde de Aranda, quien quiso ser enterrado en el atrio. La reforma solo afectó a la decoración, quedando los sepulcros en el mismo lugar; se levantó delante de ellos una pared en la que se colocaron láminas de bronce con las inscripciones correspondientes, se distribuyó por la sala profusión de estucos y mármoles, colocando en la pared frontera unos medallones con relieves que representan escenas de legendarias batallas.

Alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez, Pedro I, junto con sus esposas.

En 1889 se le otorga el título de Monumento Nacional que en 1920 es completado con la declaración por parte del rey Alfonso XIII como Sitio Nacional. Ya el 2 de febrero de 2004, el Gobierno de Aragón completa su declaración como Bien de interés cultural con la protección del conjunto monástico y su entorno.

La mayor parte del fondo documental del Monasterio se trasladó al Archivo Histórico Nacional de Madrid, donde se encuentra en la sección de Clero. Atendiendo a los trabajos publicados, la documentación se divide en tres grandes grupos:

Textos más antiguos, entre 507 y 1064, que se recogen en el Cartulario de San Juan de la Peña.
Documentos fechados entre 1064 y 1194.
Documentos fechados entre 1195 y finales del siglo XV.

Según la leyenda española sobre el Santo Grial, este permaneció en el monasterio, después de pasar por diversas ubicaciones como la cueva de Yebra de Basa, monasterio de San Pedro de Siresa, iglesia de San Adrián de Sásabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo, la Catedral de Jaca, desde 1071 hasta 1399.

La necesidad de atraer a los peregrinos a Santiago que pasaban por el cercano camino de Jaca al monasterio aconsejó que en él se ubicara la reliquia. En 1399 el rey Martín I se llevó el vaso sagrado al palacio de la Aljafería de Zaragoza, donde estuvo más de veinte años, después de una breve estancia en Barcelona, acompañando al rey y posteriormente se trasladó a la Catedral de Valencia.

El primer lugar en España donde se celebra con el rito Romano es en el Reino de Aragón en el monasterio de San Juan de la Peña, el 22 de marzo de 1071, durante la estancia del Santo Cáliz en el monasterio y a continuación se oficializa en el resto del reino, sustituyendo al rito mozárabe.

Martínez y Herrero, Bartolomé (1866). Sobrarbe y Aragón : estudios históricos sobre la fundación y progreso de estos reinos, hasta que se agregó á los mismos el Condado de Barcelona. pp. 54-59. http://bibliotecavirtual.aragon.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=3703

Enríquez de Salamanca, Cayetano, Rutas del románico en la provincia de Huesca, Las Rozas (Madrid), 1987, pág. 42, ISBN 84-398-9582-8.

Lapeña Paúl, Ana Isabel (1997). «Documentos en romance del Monasterio de san Juan de la Peña (primera serie, siglo XIII-1325)». Alazet, 9, pp. 215-249.

La introducción del rito romano en Aragón y Navarra.




  • Sitio web oficial del Monasterio de San Juan de la Peña (en español, francés e inglés)


  • http://www.jacetania.es/jacetaneas/opencms/site/web/conoce_la_comarca/jaca/botaya/?comboIdiomas=spanish

    LA PROMESA DEL GUERRERO, siglo XV, Cubel


    2.80. LA PROMESA DEL GUERRERO (SIGLO XV. CUBEL)

    LA PROMESA DEL GUERRERO (SIGLO XV. CUBEL)


    En la Edad Media, para muchos hombres —sobre todo para los que no tenían fortuna— la guerra era un modo de vida o incluso una manera de realizarse, sobre todo cuando no se trataba de defender imperiosamente lo propio. Marchar a la guerra contra el moro, cuando éste se hallaba a cientos de kilómetros, podía suponer un medio de medrar, puesto que el reparto del botín, tras la finalización de una «hueste» o una «cabalgada», era ocasión de atesorar ingresos y riquezas a veces importantes.
    Cuando el verano apenas despuntaba, uno de esos hombres que vivían de la guerra, un joven desheredado y aguerrido de Villafeliche, decidió aquel año enrolarse de nuevo con cualquier señor o municipio del sur de Sierra Morena que le aceptara entre sus filas para adentrarse en tierra de moros en la táctica de desgaste que anualmente se reiniciaba. Yendo de camino, llegado el momento de finalizar su primera jornada, decidió acampar al amparo de la sencilla ermita levantada en honor de Nuestra Señora de los Ángeles, que se levantaba a pocos kilómetros del pueblo de Cubel.
    Durmió confiado durante la cálida noche y, al despuntar el alba, tras preparar su caballo para la nueva andadura del día nuevo, pero temeroso de lo que pudiera ocurrirle en la nueva aventura, que se preveía llena de riesgos, prometió a la Virgen que elevaría un santuario mayor y más hermoso si regresaba con bien del combate.
    Poco, más bien nada, se sabe de las andanzas del joven guerrero de Cubel durante aquel verano y durante el otoño siguiente, pero parece que debieron ser fructíferas. El caso es que regresó sano y salvo a su pueblo, y dispuesto a cumplir la promesa que hiciera en su día. En pocos meses, se levantó un nuevo templo, de mejor fábrica y más capaz que el anterior, dispuesto para acoger a quienes necesitaran de su amparo.
    En recuerdo de su benefactor, la primitiva advocación de la ermita de Nuestra Señora de los Ángelesfue cambiada por la de la Virgen de Guía al Guerrero, cuya imagen sedente presidía el altar mayor.

    Iglesia de la Asunción, Cubel, Zaragoza, Aragón

    [Faci, Roque A., Aragón..., I, págs. 452-453.
    Sánchez Pérez, José A., El culto mariano..., pág. 212.]









    Cubel es una localidad y municipio española de la provincia de Zaragoza en la comunidad de Aragón. Tiene un área de 58,62 km² con una población de 175 habitantes (INE 2016) y una densidad de 3,14 hab/km².


    Es el municipio más alto de la provincia, situado al pie de la Sierra de Santa Cruz del Sistema Ibérico. Pertenece a la comarca del Campo de Daroca. Su término municipal tiene una extensión de 58'6 kilómetros cuadrados y en él, a 2 kilómetros del pueblo, se encuadra la laguna de Guialguerrero. Dista 112 km de Zaragoza y 24 de Daroca y se encuentra cerca del límite provincial de Guadalajara. Limita con Atea (NE), Orcajo (NE), Used (9 km, SE), Torralba de los Frailes (8 km, S), Aldehuela de Liestos (7 km, SW), Abanto (7 km, NW) y Pardos (pueblo abandonado) (5 km). Eclesiásticamente está incluido en el Arciprestazgo del Alto Jalón.

    El 29 de agosto de 1996 la Diputación General de Aragón autorizó al pueblo a adoptar un escudo, que es "cuadrilongo con base circular, cortado:

    En campo azur, castillo de oro, mazonado de sable, y aclarado de gules, sostenido por monte rocoso de plata, cortado por foso inundado, en azur, y superado de lucero de plata.
    En campo de oro, cuatro palos de gules. Bordura general de plata. Al timbre, Corona Real Abierta."

    Su monumento más importante es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Tiene planta de cruz griega inscrita en un cuadrado.
    La iglesia es de estilo barroco, pero su torre en la parte baja es del castillo, así como todo el perímetro que marca la plaza. Está encuadrada en el Arciprestazgo del Alto Jalón.

    Cubel cuenta además con la ermita de la Virgen de Guía al Guerrero, donde se conservan restos de un retablo del siglo XV.

    Las fiestas son las de San José (19 de marzo) y la de la Virgen de Guía al Guerrero (tercer domingo de agosto).




  • Aragón es así.


  • LOS DAROCENSES EN LA RECONQUISTA DE VALENCIA


    2.79. LOS DAROCENSES EN LA RECONQUISTA DE VALENCIA
    (SIGLO XIII. DAROCA)

    2.79. LOS DAROCENSES EN LA RECONQUISTA DE VALENCIA  (SIGLO XIII. DAROCA)


    Jaime I preparaba el ataque definitivo a Valencia. Necesitaba para ello un gran ejército, pues la empresa era de enorme envergadura, de modo que muchos caballeros aragonesesacudieron a su llamada. Uno de ellos fue el darocense Hernando Díez de Aux, que partió a la lucha contento por poder servir a su rey, pero inmensamente triste, pues dejaba en Daroca a su amada, Martina, que le vio partir con gran dolor, dando comienzo a una larga espera.
    El avance de las tropas cristianas era lento, hasta que, finalmente, se estableció a las puertas de Valencia un gran campamento desde donde, en el momento oportuno, se iniciaría el ataque definitivo. Las escaramuzas entre ambos ejércitos eran frecuentes y sangrientas, muriendo muchos guerreros por ambas partes. A Daroca llegaban noticias tanto de las grandes hazañas de algunos caballeros como de la triste suerte de otros que morían por su rey. Pero nadie podía informar a Martina sobre la suerte de su Hernando.
    Tal fue su desesperación que, vencida por la impaciencia, tomó la resolución de disfrazarse de caballero, para lo que se apropió de las armas de su padre, don Juan Moreno, y se unió a las huestes del obispo de Narbona, que pasaba por Daroca rumbo a Valencia, hasta cuyas puertas llegó.
    Una vez en el campamento cristiano, los esfuerzos de la joven disfrazada por encontrar a su amado fueron vanos: nadie sabía de él ni lo había visto. El tiempo transcurrió en la búsqueda y un día, sin previo aviso, sonaron las trompetas en señal de ataque. Rápidamente se organizó todo el ejército para tratar de entrar en la ciudad. Martina se aprestó también.

    Los guerreros cristianos intentaban sobrepasar el muro, pero los musulmanes se defendían con denuedo. En un momento de la batalla, Martina creyó ver a Hernando enarbolando una bandera aragonesa y luchando con varios moros a la vez. Su alegría se tornó rápidamente en desesperación cuando uno de los infieles lo hirió, cercenándole el brazo. Corrió Martina en su ayuda para gran sorpresa del joven, quien se dejó socorrer muy gustosamente por su amada.
    Jaime I entró en Valencia y concedió a los darocenses dos banderas que todavía se conservan en Daroca, por haber sido los primeros en levantar su pendón en la Valencia reconquistada.
    [Beltrán, José, Tradiciones y leyendas de Daroca, págs. 89-94.
    Esteban Abad, Rafael, Estudio histórico-político..., págs. 71-72.]