miércoles, 22 de mayo de 2019

EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA


2.77. EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA (SIGLO XIII. TORLA Y BROTO)

EL FRACASO DE LA RECONQUISTA DE IBIZA (SIGLO XIII. TORLA Y BROTO)


Jaime I fue tutelado de niño por los Templarios en el castillo de Monzón, compartiendo educación y juegos con un muchacho de su edad, Íñigo Zaidín, descendiente de infanzones sobrarbenses. Cuando Jaime I dejó Monzón y accedió al trono, Íñigo marchó con él siendo nombrado alférez real.
Pasó el tiempo y, tras reconquistar Valencia, Jaime I planeó la toma de Mallorca y se lanzó al Mediterráneo. Con él se embarcó Iñigo Zaidín, que participó en la lucha y tomó con sus hombres la torre del homenaje del castillo mallorquín. El rey incorporó Mallorca, e Íñigo ganó fama, una grave herida y a la princesa Zoraida, hija del rey moro destronado, de la que se enamoró perdidamente y a la que debió la vida merced a los cuidados que le dispensara.

Meses después, el reyezuelo moro de Ibiza desafió a Jaime I al negarse a pagar el tributo que debía al rey aragonés, quien enojado decidió tomar la isla. Para ello —asuntos urgentes le requerían en tierras valencianas— encomendó la expedición a Íñigo Zaidín, ya repuesto de sus heridas.

Tras preparar la acción bélica, el ejército aragonés atacó, esperando para ello la oscuridad absoluta que proporciona siempre la luna nueva. Pero una vez comenzado el asalto, de repente, el cielo se iluminó con miles de antorchas, a la vez que enormes cubos de aceite caían sobre los soldados cristianos, que a duras penas pudieron huir hacia sus barcos. El ataque fue un total fracaso y del alférez Iñigo Zaidín jamás se supo nada, pues desapareció.

Meses más tarde, en Monte Perdido, guarecido en una rústica choza, apareció un eremita solitario, pronto conocido en la comarca tanto por el autocastigo que se aplicaba como por sus ayes lastimeros pidiendo perdón por una traición cometida en el pasado. Así vivió durante más de veinte años, hasta que una mañana un pastor lo encontró muerto. Pero también halló, escrita con su propia sangre en la piel blanca de un cordero, esta frase:
«Don Jaime, perdóname. Yo os traicioné y a mis compañeros también en la conquista de Ibiza».
Enterado el rey de la muerte de su amigo lloró por él, y construyó en su memoria una ermita en Monte Perdido, mientras todavía se pueden oír hoy los ecos de voces quedas pidiendo perdón por una traición que nadie reconoce.
[De Salas, Javier, «La leyenda de Monte Perdido», Folletón Altoaragón, 50, pág. XV.]

LA RECONQUISTA DE MORÉS


2.75. LA RECONQUISTA DE MORÉS (SIGLO XIII. MORÉS)



Jaime I el Conquistador, rey de Aragón—según la tradición, pues no puede ser de otra manera—, decidió sitiar varias localidades musulmanas de las que festonean la ribera del río Jalón. Todas ellas se resistieron a las armas cristianas, aunque finalmente fueron cayendo una tras otra.
En el caso de Morés, el rey aragonés, que había sido capaz de conquistar la populosa ciudad de Valencia, se encontró con una tenaz resistencia, impropia de población tan pequeña y desvalida. El alcaide sarraceno había organizado de tal manera su defensa que el sitio al que le sometían las tropas cristianas se prolongó durante varios meses.
Ante tales dificultades, Jaime I puso en práctica una estratagema que le había dado excelentes resultados en ocasiones similares: desmoralizar a los sitiados, a los que creía al límite de sus fuerzas. Dominando el río como dominaba, pensó que los habitantes musulmanes de Morés apenas tendrían agua para beber, por lo que envió al alcaide unas ánforas llenas de agua, creyendo que no la podrían tomar del Jalón, y que la fuente, dado el rigor del caluroso verano que padecían, estaba seca, tal como le habían indicado sus espías.

Aún no habían transcurrido dos horas cuando el alcaide moro envió al campamento cristiano una comitiva, encabezada por una bandera blanca, para agradecerle el presente y entregarle, por su parte, varias cestas chorreando agua por entre sus mimbres, repletas de peces recién pescados.
Regresaron a Morés los embajadores. Su orgullo y honor seguían intactos, aunque no tanto sus despensas, tal como sospechaba el rey cristiano. Éste siguió esperando, acampado con sus tropas a la vera del río, no dejando entrar ni salir a nadie de la población. La huerta y los caminos por donde podían llegar los socorros necesarios para la subsistencia eran suyos. Al final, se impuso la capitulación con honor, resaltando Jaime I, en el momento de la entrega de las llaves, la entereza y el ingenio del alcaide y sus súbditos. No obstante, nunca llegó a saber cómo habían burlado los habitantes de Morés la vigilancia que les permitió beber agua y comer peces durante el largo asedio.
[Una coplilla alusiva recuerda todavía hoy tan fantástico hecho:
«¡Ay, Morés, el de los peces...!
Te quisieron conquistar
con ánforas de agua fresca
para tu sed apagar,
y les devolviste cestas
después de ir a pescar».]
[Sebastián, F., Morés. Fiestas de San Félix. Programa de Fiestas, 1982.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Mor%C3%A9s

Morés es una localidad y municipio español de la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón.

Morés se localiza en pleno sistema Ibérico zaragozano, bajo las faldas de la sierra de su mismo nombre.

Junto al casco urbano, sobre un altozano, se encuentran los restos del castillo, catalogado como Bien de interés cultural en su categoría de zona arqueológica. Cerca de Morés se encuentra el antiguo poblado celtíbero de Morkes.

En el término municipal se encuentra la localidad de Purroy.

Entre sus hijos ilustres cabe destacar a Josef Delgado y Villalba, que vivió durante los siglos XVII y XVIII. Fue canónigo magistral de la catedral de Albarracín. Y sobre todo a Faustino Sancho y Gil (Morés 1850, Épila 1896). Destacado político, escritor de memorias y biografías y culto orador, fue diputado provincial y diputado a Cortes por Tarazona, presidente del Ateneo de Zaragoza, individuo de varias academias y por dos veces presidente de los Juegos Florales de Calatayud.

San Félix 30 de Mayo. Fiestas mayores con actos religiosos y profanos como charangas, orquestas nocturnas, espectáculos taurinos (estos de gran popularidad, hasta el Che Guevara estuvo una vez).

San Félix 30 de Mayo, Morés, Zaragoza


Virgen del Rosario. Primer domingo de octubre. Un fin de semana con actos religiosos y profanos.

http://todomores.blogspot.com/2008/03/mores-un-poco-de-su-historia_1139.html

https://www.brujulea.net/lugares-mores

https://issuu.com/sabinius/docs/notas_historia_revisada_tobajas_201






ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS


2.74. ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS
(SIGLO XII. MORA DE RUBIELOS)

ASEDIO Y RECONQUISTA DE MORA DE RUBIELOS  (SIGLO XII. MORA DE RUBIELOS)


Después de la toma y repoblación de la ciudad de Teruel por Alfonso II, rey de Aragón, el ejército cristiano prosiguió su avance con intención de apoderarse de las tierras levantinas.
Por la historia que nos es conocida, sabemos que este intento quedó fallido de momento, aunque es cierto que se lograron recuperar algunas poblaciones situadas al sur de la actual provincia turolense. Por estas tierras precisamente, el ejército aragonés sitió el castillo musulmán de Mora de Rubielos(quizás sepultado bajo el actual), donde el enemigo se había concentrado y hecho fuerte tras la caída de Teruel.
Vemos, pues, a los cristianos rodeando el alcázar de Mora. Después de varios días de asedio, y cuando los cristianos creían que los moros estaban a punto de rendirse por hambre, observaron con asombro que los sitiados les arrojaban por el muro toda clase de vituallas, dando la sensación de que les sobraban todavía los alimentos y que, por ello, podrían resistir durante mucho tiempo la presión cristiana e incluso recibir ayuda exterior. Tanto es así que los capitanes del rey Alfonso II de Aragón, descorazonados y de mutuo acuerdo, dieron la orden de retirarse a posiciones más retrasadas, concretamente al monte de «El Castellar», donde acamparon.
No obstante, mediada aquella misma noche, se apareció a los centinelas aragoneses que velaban el campamento el mismo san Miguel Arcángel, diciéndoles que volvieran y rodearan de nuevo la plaza de Mora, puesto que los víveres que, en efecto, habían visto arrojar por las murallas del castillo eran con toda seguridad los últimos que les quedaban a los moros, tratando de engañarles, como así había sucedido.
Informados los jefes cristianos por los centinelas de aquella revelación del cielo, el propio rey ordenó sitiar de nuevo la fortaleza con las primeras luces del alba, lo que motivó que los moros, al ver que su estratagema no había dado el resultado apetecido, prefirieron entregarse antes que luchar sin esperanzas de éxito. Mora de Rubielos pasó así a poder de los cristianos, que comenzaron la repoblación de la zona.
[Recogida oralmente.]