miércoles, 1 de mayo de 2019

LA MUERTE DEL ÚLTIMO SEÑOR MORO DE MOMAGASTRE


2.32. LA MUERTE DEL ÚLTIMO SEÑOR MORO DE MOMAGASTRE
(SIGLO XI. PERALTA DE LA SAL)

A lo largo del siglo XI, la reconquista cristiana del territorio aragonés, aunque de manera lenta y con altibajos, fue progresando hacia el sur, empujando poco a poco a los musulmanes hacia el río Ebro, que constituía una auténtica barrera natural. No obstante, tanto en tierras del Sobrarbe como de la Ribagorza todavía quedaban algunos pequeños enclaves moros que se resistían de manera enconada, cual era el caso, entre otros varios, del señor musulmán de la fortaleza de Momagastre.

 torre del homenaje, castillo de la Mora, Monmagastre, Peralta de la Sal

No obstante, también este caudillo agareno, cada vez más aislado de sus correligionarios, se vio forzado como tantos otros a desalojar su fortificado y estratégico enclave, desde el que sus antecesores habían dominado durante más de trescientos cincuenta años la comarca circundante. Por lo tanto, no es de extrañar que lo hiciera no sólo entristecido sino también malhumorado, lo que le llevó a apoderarse por ira y despecho, durante la huida, de la imagen de la Virgen que presidía el altar principal de la cercana ermita de Peralta de la Sal.



Mico, Laborda, Valderrobres, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, rabosí


En su forzado camino hacía el exilio, aún no se había distanciado mucho de la ermita que acababa de expoliar cuando una enorme piedra desprendida de la montaña, no se sabe si empujada o no por los cristianos, lo derribó de su cabalgadura, quedando sepultado bajo su enorme mole y causándole la muerte en el acto; otra piedra algo menor de tamaño hizo lo propio con su hermoso caballo. 

Moncho, Ramón Guimerá Lorente, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, roquerol

La imagen de la Virgen, sin embargo, de manera inexplicable quedó absolutamente intacta y fue devuelta a su propia ermita por los cristianos que, desde entonces, dieron en llamarla «Virgen de la Mora».


Alejandro Zorrilla, piedra, pedrolo, roca, eixecacóduls, roquerol


Las dos piedras —la grande conocida todavía hoy como la «Piedra del Moro»— pueden verse aún, y es costumbre viva que quienes pasan junto a ambas, en señal de desaprobación, lancen una piedra contra la mayor, aquella que acabó con la vida del último señor moro del castillo de Momagastre, que no se resignaba a tener que abandonar la tierra de sus ancestros.

[Andolz, Rafael, «La piedra del Moro», Cuadernos Altoaragoneses, 103 (1989).]




LA ESCLAVA LIBERADA EN BARBASTRO


2.31. LA ESCLAVA LIBERADA EN BARBASTRO (SIGLO XI. BARBASTRO)

Las armas finalizaron su luctuoso quehacer y pareció recobrarse la calma. Tras la conquista cruenta de la ciudad por las tropas cristianas que capitaneaba el conde Armengol, Barbastro se convirtió en un auténtico centro de lujo, de placeres sin límite y de vida disipada. Los vencedores caballeros cristianos se habían adueñado de las casas, las ropas, los enseres y los tesoros de sus antiguos moradores musulmanes y, servidos por hermosas esclavas moras, se entregaban al ocio y al disfrute sin fin.
Cuenta la leyenda que, en una de estas casas, había vivido y vivía todavía una doncella —ahora hecha esclava por un guerrero cristiano— famosa en toda la comarca por su forma tan hermosa como triste de cantar, delatando sus ojos la amargura de una pena infinita.

Un día llegó a la casa del cristiano un mercader judío reclamando a la muchacha en nombre de un joven moro, que estaba dispuesto a entregar por el rescate de ella hasta cuatrocientos caballos cargados con hatos repletos de perfumes, joyas y sedas.

LA ESCLAVA LIBERADA EN BARBASTRO

El noble cristiano despreció todas aquellas riquezas que le eran ofrecidas, y aun mostró amontonadas en un patio las suyas propias al emisario judío, dándole a entender que no era dinero lo que necesitaba. Pero ante la auténtica fortuna que se le ofrecía, valoró como no lo había hecho hasta entonces a la joven mora, que esperaba ansiosa la decisión. El señor cristiano no pudo resistir la mirada cargada de tristeza de la joven y se apiadó de ella, tanto que la dejó libre sin querer percibir nada a cambio.
La muchacha mora fue conducida y custodiada hasta la cercana Fraga por guardianes guerreros del señor cristiano y, a orillas del Cinca, que entonces corría bravío, fue entregada a su amante moro. Y cuenta el poeta que, a su regreso, uno de aquéllos guerreros lloraba.
[Turk, Afif, El Reino de Zaragoza..., págs. 94-95.]

https://leyendasdehuesca.wordpress.com/2015/02/12/la-esclava-liberada-de-barbastro/


https://www.tesisenred.net/bitstream/handle/10803/2068/04.JSC_IV_Fiscalidad.pdf?sequence=4&isAllowed=y baronía de Fraga
http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/35559/4/04.JSC_IV_Fiscalidad.pdf


http://www.anchelconte.es/wp-content/uploads/2015/12/La-aljama-de-moros-de-Barbastro.pdf




BARBASTRO, TOMADA GRACIAS A UNA TRAICIÓN


2.30. BARBASTRO, TOMADA GRACIAS A UNA TRAICIÓN (SIGLO XI. BARBASTRO)

Tras cabalgar varias jornadas por tierras resecas de Huesca en permanente estado de guerra, el relativamente numeroso ejército cruzado aragonés que capitaneaba el propio rey Sancho Ramírez se dirigió por los terrenos quebrados del somontano hacia el enclave de Barbastro, importante y populoso centro comercial y agrario musulmán, sometido a la jurisdicción del señor de Lérida, entonces al-Muzaffar, quien, cogido completamente por sorpresa, no pudo reaccionar ante el ataque cristiano. La ciudad del Vero trató de resistir en espera de ayuda exterior, pero tras cuarenta largos y agotadores días de asedio continuado, la plaza acabó por rendirse.
Como en tantas otras ocasiones, los cronistas árabes, al tratar de justificar tan rotundo y lamentable fracaso —del que pronto tuvieron noticia en la propia capital cordobesa—, culpan del mismo a un moro traidor, cuyo nombre silencian, que habría mostrado al enemigo cristiano, no se sabe por qué motivos, las fuentes que abastecían de agua de la ciudad, dato fundamental para organizar la estrategia del cerco; aunque otros cronistas más cautos hablan de una enorme piedra que las cegó por azar tras una tormenta, dejando desabastecida de agua a la población barbastrense.

río Vero

A los vencidos, que fueron tratados con mucho rigor tras la rendición, se les requisaron todas sus riquezas, fueron considerados cautivos, y unos seis mil de ellos fueron ejecutados. El botín del general cristiano que había dirigido el asedio consistió en más de un millar de doncellas, además de las siete mil que regaló a su rey, más de quinientas cargas de objetos diversos. «Nunca —se duele tristemente el cronista— habían actuado así contra los musulmanes» los cristianos, lamentando que, de cara al futuro, este pudiera ser el espíritu de la tan anunciada cruzada.
[Viguera, M.ª Jesús, Aragón musulmán, pág. 150.]