sábado, 4 de mayo de 2019

LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRA AL CID


2.45. LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRAAL CID (SIGLO XI. ALBARRACÍN)

Albarracín, Teruel, Aragón, panorámica


La conquista de Valencia, ciudad situada dentro del territorio musulmán y con una población en su mayoría infiel, constituía un auténtico reto para toda la Cristiandad. Era, en realidad, un sueño inalcanzable por el momento y ni siquiera el rey de Castilla, uno de los más poderosos de su momento, hubiera podido llevar a cabo semejante empresa, aun reuniendo a todas sus fuerzas, pues Valencia estaba densamente poblada y demasiado alejada del territorio cristiano como para aventurarse en su reconquista.
Sin embargo, el mundo cristiano contaba en esos momentos con un valeroso caballero, el Cid Campeador, a quien recurrían unos y otros para encomendarle las más arduas empresas de armas y batallas. También en esta ocasión fue necesaria la intervención de Rodrigo Díaz de Vivar, el verdadero nombre del Cid, quien, con su ánimo y valentía, además de un gran esfuerzo, mantuvo cercada a la ciudad de Valencia durante nueve meses seguidos, hasta que, finalmente, logró capturarla y tomar posesión de ella.
Los moros valencianos contaron con la importante colaboración del rey Búcar y de los almorávides, por eso era más inconcebible la victoria del Cid Campeador. Tan increíble parecía la empresa cidiana que algunos se empeñaron en decir que don Rodrigo contó con la ayuda inestimable de don Pedro Ruiz de Azagra, señor de Albarracín, hecho que todavía confiere a la reconquista de Valencia un mayor contenido legendario, puesto que don Pedro, el señor de Santa María de Albarracín —sin duda un magnífico estadista y un esforzado y valeroso hombre de armas—, vivió muchos años después de la hazaña protagonizada por don Rodrigo Díaz de Vivar.
En efecto, a don Pedro se le reconoce su estrecha relación con Valencia, en tiempos del rey Lobo, de quien era amigo, pero el pueblo estima que su inclinación por la ciudad levantina se basaba en haberla conocido cuando ayudó con sus tropas al Cid.
[Zurita, Jerónimo, Anales..., libro I, pág. 137.]


Albarracín es un municipio y localidad español del suroeste de la provincia de Teruel, en la comunidad autónoma de Aragón. Cuenta con una población de 1054 habitantes (INE 2016). La localidad es Monumento Nacional desde 1961; posee la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.


Se encuentra situada cerca de la antigua ciudad romana de Lobetum. Los árabes llamaron al lugar Alcartam que se derivaría del antiguo topónimo de Ercávida, pasando a denominarse más tarde como Aben Razin, nombre de una familia bereber de donde se derivaría su nombre actual. Otros opinan que el término «Albarracín» derivaría del celta alb, 'montaña', y ragin, 'viña', 'uva' o del antropónimo Razin.

Sin duda el topónimo procede de Ibn (ben) hijo de Razin (reyes taifas de Albarracín desde la fitna hasta Ibn Mardanís, rey Lobo de Murcia. Es decir, el lugar de los hijos de Razin, aunque hasta el siglo xix su nombre oficial es Ciudad de Santa María de Albarracín, denominándose en época islámica Santa María de Oriente.

El casco antiguo se encuentra construido sobre las faldas de una montaña, rodeada casi en su totalidad por el río Guadalaviar. Al norte se encuentra la sierra de Albarracín, y al sur los montes Universales. Parte de su término municipal está ocupado por el Paisaje protegido de los Pinares de Rodeno.

En los alrededores nacen los ríos Guadalaviar, Tajo, Júcar, Cabriel y Jiloca.

Su término municipal es, por razones históricas, uno de los más grandes de la provincia de Teruel (sólo superado por el de Alcañiz) y en él se encuentran las localidades de: Albarracín (capital del municipio), El Cañigral, Las Casillas de Bezas, Collado de la Grulla, Valle Cabriel, El Membrillo, San Pedro y Valdevecar.

El pueblo está encaramado en un peñón y rodeado por el Guadalaviar. Por este lado y mirando hacia el río se hallan edificadas las casas colgadas. Dentro del pueblo sus calles son empinadas y estrechas, con rincones muy pintorescos. La construcción ofrece la original arquitectura popular con la forja propia de la provincia además de tener el color rojizo característico llamado rodeno.

La localidad se divide en dos zonas: la parte antigua, la Ciudad, con sus casas colgadas sobre la hoz del río; y el Arrabal, situado en la vega del Guadalaviar.

En la Edad de Hierro estuvo habitada por la tribu celta de los lobetanos. Se han encontrado importantes pinturas rupestres epipaleolíticas y neolíticas de estilo levantino, esquemático y semiesquemático en el pinar del rodeno. Durante la época romana se llamó, al parecer, Lobetum, y en tiempos de los visigodos, Santa María de Oriente.

Durante el período andalusí, concretamente el siglo xi, el clan bereber de los Banu Razin alcanzó el poder convirtiéndose en la dinastía soberana de la taifa de Albarracín. De este linaje procede el propio nombre de la población (al-Banu Razin: (la ciudad) de los hijos de Razín). De esta magnífica etapa se conservan dos importantes testimonios: la torre del Andador –situada en lo alto del recinto exterior– y el castillo de Albarracín, que albergó la antigua alcazaba de los Banu Razin.

La taifa pasó posteriormente, por cesión y no por conquista, a la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que mantuvieron de facto la independencia de Castilla y de Aragón desde 1170, llegando a crear un obispado propio. También el poderoso linaje de Lara ejerció su soberanía sobre Albarracín. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquistó en 1285 tras sitiarla, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.

Es una antigua sede episcopal denominada, primero Arcabricense y después Segobricense hasta que, tras la desmembración de las iglesias de Segorbe (Castellón) de las iglesias de Albarracín, paso a denominarse Albarracinense, tras la Bula Papal de Juan Pablo II, mantiene su independencia pero pasa a ser regida por el Obispo de Teruel que es también Obispo de Albarracín.

El 21 de junio de 1257 el rey Jaime I concedió en Teruel a la Comunidad de Santa María de Albarracín o Comunidad de aldeas de Albarracín el privilegio sobre competencia de jurisdicción de sexmeros, asistentes y jurados de dicha Ciudad.

Durante la Guerra Civil Española tuvieron lugar en la localidad combates entre las tropas republicanas y las franquistas, cambiando varias veces el control de la población entre ambos bandos. En julio de 1937 tuvo lugar una ofensiva republicana sobre la localidad, constituyendo el mayor enfrentamiento bélico habido en la localidad durante la guerra. En un rápido ataque, el 8 de julio los republicanos se hicieron con el control de la localidad a excepción del ayuntamiento y la catedral, en los que permanecieron sitiados militares y civiles que se habían refugiado previamente. Los sublevados reaccionaron enviando refuerzos y el 13 de julio lograron reconquistar la localidad y expulsar a las tropas republicanas.

La localidad es Monumento Nacional desde 1961; posee la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.

Conjunto histórico de Albarracín: su conjunto histórico está declarado como bien de interés cultural con el código RI-53-0000030.10​
Catedral del Salvador: situada junto al castillo, es del siglo xvi con una sola nave y capillas laterales. En su museo hay buenos tapices flamencos historiados con la vida de Gedeón.
Alcázar de Albarracín: ubicado en el casco antiguo, recientemente ha sido restaurado y acondicionado para su visita. Entre 2004 y 2006 se han realizado excavaciones arqueológicas y se han restaurado sus estructuras. Si bien conserva un potente recinto amurallado, su interior alberga un interesante campo arqueológico de época medieval. Fue alcázar andalusí, al convertirse el clan de los Banu-Razin en soberanos de este pequeño reino de taifa en el siglo xi, que dio nombre a la ciudad. Durante el siglo xiii y el xiv siguió siendo residencia de los señores de Albarracín, y, tras la conquista aragonesa de la ciudad en 1284, se transformó casi completamente. La fortaleza estuvo ocupada hasta finales del siglo xvi; fue destruida en el siglo xviii tras la Guerra de Sucesión.
Palacio episcopal: se encuentra junto a la catedral. Tiene portada barroca.
Casa Consistorial: se encuentra en la plaza del Ayuntamiento. Es del siglo xvi, con balcones de madera y un corredor corrido sobre el río.
Casa de la Julianeta: casa de construcción popular, se encuentra en el Portal de Molina.
Murallas de Albarracín: del siglo xiv, de construcción cristiana.
Torre del Andador, de aparejo musulmán del siglo x y xi, reforzada con un pequeño recinto rectangular.
Torre de doña Blanca, simétrica a la del Andador, se halla en el extremo del espolón.
Torre de la Muela, hoy desaparecida; similar a las del Andador y de doña Blanca, se hallaba al otro lado del río.



LA AYUDA DE PEDRO RUIZ DE AZAGRA AL CID (SIGLO XI. ALBARRACÍN)
Castillo y muralla de Albarracín


Pedro Ruiz (Rodríguez) de Azagra (muerto en 1186) fue un noble y hombre de armas navarro que se estableció en el señorío independiente de Albarracín, el cual permaneció bajo esta condición hasta 1284.


Era el segundo hijo de Rodrigo Pérez de Azagra. Su hermano mayor fue Gonzalo Ruiz de Azagra y su hermano menor, y a la postre sucesor suyo, Fernando Ruiz de Azagra.

Pedro se casó con Toda (o Tota) Pérez, la hija de otro noble navarro, Pedro de Arazuri. Estos dos Pedros se enajenaron de Navarra prácticamente al mismo tiempo, probablemente porque no aceptaron la sucesión de Sancho VI de Navarra en 1154, después de la muerte de su padre García Ramírez. Entró a formar parte entonces de las huestes a servicio de Muhammad ibn Mardanis, a la sazón gobernante de la taifa de Valencia y Murcia, entre 1166 y 11682​ (o tal vez posteriormente durante los años 1169–1170).

Ibn Mardanis le confió el señorío de Albarracín con la idea de defender el flanco norte de su taifa del expansionismo de Alfonso II de Aragón. Pedro comenzó inmediatamente a cristianizar su señorío, erigiendo iglesias y fundando un obispado. Su negativa a reconocer la soberanía aragonesa a través de su obispo Martin, el cual rechazó reconocer la supremacía del Obispo de Zaragoza, a pesar de ser ordenado para que así fuera por el mismísimo Papa. Pedro también repobló la región de Albarracín, mayoritariamente con colonos provenientes de Navarra.

Pedro se mostró generalmente amistoso con Navarra y con Alfonso VIII de Castilla. En agosto de 1170, él mismo junto con su hermano Gonzalo toman parte en la comitiva enviada por Alfonso VIII para conocer a su prometida, Leonor, en Burdeos escoltándole hasta la presencia del rey.​ Incluso cuando su suegro se alineó con Castilla, Pedro permaneció neutral. En 1172, Cerebruno, el arzobispo de Toledo en Castilla y primado de España, consagró al obispo de Santa María de Albarracín y le incorporó a su diócesis.​ En 1176, Pedro el cual se auto intitulaba como vasallo de Santa María, un título que emplearían la mayoría de sus sucesores, proclamaba ninguna soberanía en la tierra sobre él, exceptuando la Virgen María en el cielo.

En enero de 1180 le vemos firmando en la tercera columna del Fuero de Villasila y Villamelendro firmado en Carrión de los Condes como Petrus Roderici de Azagra, confirmat.

https://www.celtiberia.net/es/conocimientos/?idp=7058

Un tal "Peire Rois" mencionado en el poema Quan vei pels vergiers despleiar, donde el sirviente de Bertran de Born, sea probablemente el citado Pedro Ruiz de Azagra. Compuesto probablemente en 1184, la canción de Bertran es la segunda arenga anti Aragonesa.


Serra-Baldó, Alfons. Els trobadorsBarcelona: Barcino, 1934 (2a ed. 1998).
Codi: 080,035 Autor: Bertran de Born Gènere: Sirventes NúmeroXIV

Quan vei pels vergiers depleiar
  [SIRVENTÈS]
   
I1Quan vei pels vergiers despleiar
  los cendatz grocs, indis e blaus,
  m’adoussa la votz dels chavaus
  e·lh sonet que fan li joglar
 5     que viulan de trap en tenda,
  trombas e corn e graile clar.
  Adoncs vuolh un sirventes far,
       tal que·l coms Richartz l’entenda. 
   
II Ab lo rei mi vuolh acordar
 10d’Arago e tornar en paus.
  Mas trop fo deschausitz e braus,
  quan venc sai sus per osteiar;
       per qu’es drechs qu’ieu l’en reprenda.
  Ieu o dic per lui chastiar;
 15e pesa·m si·l vei foleiar,
       e vuolh que de me aprenda.
   
III Ab me·l volon tuit encusar,
  qu’us mi comtet de sos vassaus
  que de Castellot ac mal laus,
 20quan ne fetz N’Espanhol gitar.
       E no·m par que si defenda
  ves el, s’el lo n’ausa proar;
  e, quan entret per convidar,
       conquerit lai pauc de renda.
   
IV25Oi mais no li puosc re celar,
  anz li serai amics coraus:
  Gastos, cui es Bearns e Paus,
  mi trames sai novas comtar
       que de sos pres pres esmenda
 30del rei, que·ls i degra liurar,
  e volc en mais l’aver portar
       que om totz sos pres li renda.
   
V Que so m’an dich de lui joglar
  qu’en perdo an fachs totz lor laus.
 35S’anc lor det vestirs vertz ni blaus
  ni lor fetz nul denier donar,
       lait l’es qu’om l’en sobreprenda;
  que d’un sol s’en saup be paiar:
  d’Artuset, don fai a blasmar,
 40     qu’en mes als juzieus en venda.
   
VI Peire joglar saup mal paiar,
  qu·elh prestet deniers e chavaus,
  que la vielha que Font-Ebraus
  aten, lo fetz tot pesseiar;
 45     qu’anc l’entresenhs fachs ab benda
  de la jupa del rei d’armar,
  qu·elh balhet, no lo puoc guizar
       qu’om ab coutels tot no·l fenda.
   
VII Peire Rois saup devinar
 50al prim que·l vi joves reiaus,
  que no seria arditz ni maus;
  e conoc lo al badalhar:
       reis que badalh ni s’estenda,
  quan au de batalha parlar,
 55sembla o fassa per vaneiar
       o qu’en armas no s’entenda.
   
VIII Ieu lo·lh perdo, si·m fetz mal far
  a catalas ni a laraus.
  Puois lo senher cui es Peitaus
 60lo·lh mandet, non auset als far.
       E reis que logier atenda
  de senhor, be·l deu afanar;
  et el venc sai per gazanhar
       mais que per autra fazenda.
   
IX65Vuolh, sapcha·l reis et aprenda
  de son grat e fassa chantar
  mo sirventes al rei navar,
       e per Castela l’estenda. 
   
  (Text d’Appel)

Pedro Ruiz de Azagra no dejó descendencia masculina directa, sucediéndole su hermano menor Fernán. Por el contrario sí que dejó una hija llamada Toda Pérez de Azagra, la cual casó con Diego López II de Haro, falleciendo el 16 de enero de 1216.

Asperti, Stefano (2001). "Per «Gossalbo Roitz»." Convergences médiévales: épopée, lyrique, roman. Mélanges offerts à Madeleine Tyssens. Nadine Henrard, Paola Moreno, and Martine Thiry-Stassin, edd. Paris: De Boeck Université.
Buresi, Pascal (2004). La frontière entre chrétienté et Islam dans la péninsule Ibérique: du Tage à la Sierra Morena (fin XIe-milieu XIIIe siècle). Editions Publibook.
Doubleday, Simon R. (2001). The Lara Family: Crown and Nobility in Medieval Spain. Harvard University Press.
Ladero Quesada, Miguel Ángel (2001). "Sobre la evolución de las fronteras medievales hispánicas (siglos XI a XIV)." Identidad y representación de la frontera en la España medieval, siglos XI–XIV: seminario celebrado en la Casa de Velázquez y la Universidad Autónoma de Madrid, 14–15 de diciembre de 1998. Carlos de Ayala Martínez, Pascal Buresi, Philippe Josserand, edd. Madrid: Casa de Velázquez, pp. 5–50.
https://www.casadevelazquez.org/publications/librairie-en-ligne/livre/identidad-y-representacion-de-la-frontera-en-la-espana-medieval-siglos-xi-xiv/
Suárez Fernández, Luis (1976). Historia de España antigua y media. Ediciones Rialp.

viernes, 3 de mayo de 2019

LA RECONQUISTA DE MONZÓN


2.44. LA RECONQUISTA DE MONZÓN (SIGLO XI. MONZÓN)

Para los montisonenses, el día de san Juan del año 1089 amaneció como cualquier otro del recién estrenado verano, bajo el poder y la administración de los musulmanes. En realidad, poco podía sospechar nadie dentro de sus muros que, en tan señalada fecha para los cristianos, podría cambiar el signo de la historiapara ellos.
No obstante, hacía ya unos días que la población se resistía al cerco del ejército cristiano, acampado a las órdenes del rey aragonés Sancho Ramírez y de su hijo, el infante Pedro (que será Pedro I). De pronto, se oyó desde el interior de la ciudad un rumor de voces y galopar de caballos que poco a poco fue transformándose en estrépito insoportable y, casi sin que hubiera reacción por parte de los defensores, sorprendidos ante tan importante ataque, el ejército aragonés tomó el castillo y recuperó la ciudad para la cristiandad, después de más de trescientos setenta años de dominio moro.
Aún no se sabe con certeza si la facilidad con que las tropas aragonesas tomaron el magnífico castillo fue fruto de la traición de algunos musulmanes montisonenses o si la sorpresa facilitó la victoria. Lo que sí se recuerda con claridad es cómo, en el momento del asalto, se oyó sonar en el campamento cristiano una campana a modo de contraseña. Tanto es así que, en recuerdo de esa campana, la ciudad recibió a partir de ese momento el nombre de Mon-só, que en lenguaje lemosínsignifica «monte» y «sonido».
En la memoria colectiva de los montisonenses anidó la convicción de que la traición de algunos musulmanes, cansados del largo asedio que padecían y sin visos de que les llegara refuerzo exterior alguno, fue la causa desencadenante de la entrada sorprendente de las tropas cristianas. Sin duda alguna, la añeja calle de la «Traición» es testimonio de lo sucedido.
El rey aragonés, nada más tomar posesión de la plaza, con objeto de reconocerla en el futuro, designó como escudo de armas de Mon-só —Monzón—, una campana y un castillo, en memoria de tan fabulosa hazaña.

escudo, Monzón, Monsó, Huesca, Osca

[Castillón Cortada, Francisco, El castillo de Monzón, pág. 16.]




LA RECONQUISTA DE MONZÓN (SIGLO XI. MONZÓN)




  • Castillo Conventual Templario (Monzón, HUESCA), Patrimonio Cultural de Aragón











  • LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR


    2.43. LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR (SIGLO XI. RUEDA DE JALÓN)

    A mediados del siglo XI, todo Al-Andalus se había cuarteado en más de cien feudos musulmanes más o menos grandes —los llamados reinos de taifas—, destacando entre todos ellos la taifa sarakustí, que tenía su corte en el bello palacio de la Aljafería, todavía en pie, y cuya construcción tuvo lugar a la vez que se levantaba la catedral jaquesa.

    LA TRAICIÓN DEL MORO GLAFAR (SIGLO XI. RUEDA DE JALÓN), Aljafería


    No obstante, los importantes reyes taifales zaragozanos edificaron y mantuvieron otras residencias, cual es el caso del entonces inexpugnable castillo de Rueda, elevado a la vera del río Jalón, fortaleza que fue corte de GinfarAmad, hijo de rey de Sarakusta Abdel-Mech, hasta que tuvo que entregarlo a Alfonso I el Batallador, en 1118, como consecuencia de la caída de Zaragoza.

    castillo de Rueda, elevado a la vera del río Jalón, fortaleza que fue corte de GinfarAmad, hijo de rey de Sarakusta Abdel-Mech

    Pocos años antes, en 1084, el moro Glafar —que ya tenía problemas de supervivencia para mantener independiente su feudo— fingió que estaba dispuesto a hacer entrega del castillo a los cristianos a cambio del cumplimiento de determinadas condiciones, cuando, en realidad, lo que pretendía era ganar tiempo y apoderarse del mismo monarca aragonés.
    Aunque no logró su propósito, puesto que fue descubierto con suficiente antelación, hizo que sus secuaces apresaran y asesinaran a los infantes pamploneses Sancho y Ramiro Garcés, hijos del rey, así como al conde Nuño Álvarez de Lara y al conde González Salvadórez, «Cuatro manos», entre otros caballeros. La venganza de la traición quedó pendiente por el momento.
    [Bernal, José, Tradiciones..., pág. 222.]


    El castillo de Rueda de Jalón es un castillo medieval de propiedad particular situado en el municipio zaragozano de Rueda de Jalón y que se encuentra en grave riesgo ruina.


    Rueda de Jalón llamada en otros tiempos Rota o Rotalyeu, fue conquistada por los Banu Casi, de Zaragoza en el año 882. Existen noticias de que en 935 fue sitiado por Durrí, general de Abderramán III, cuando estaba en manos de Tuchibí, del reino de taifa de Zaragoza.
    En el año 1083, siendo alcaide de la fortaleza el caudillo Al-Mustaín, Alfonso VI de Castilla plantó cerco aunque no llegó a conquistarla. Posteriormente, Amed-Saif-Dola, hijo y sucesor en Rueda de Beni Hud, cambió el lugar con Alfonso VII de Castilla por un terreno en Toledo. Por fin, la plaza fue definitivamente reconquistada por Alfonso I el Batallador.

    Constan como tenentes de Alfonso II de Aragón entre otros Pedro Ortiz en 1165 o Ortún de Sotiu en 1178. En 1228 Alfonso III de Aragón entregó el castillo a los nobles de la Unión. Jaime II de Aragón lo entregó en rehenes a su prometida Isabel de Castilla y en 1291 aparece como propiedad de Lope Ferrench de Luna, VII señor de Luna y siguió en tenencia de los Luna hasta 1315. En 1391 Juan I de Aragón lo vendió a Ramón de Perelló, dos años después lo compró el señor de Épila, que lo unió a sus señoríos, convirtiéndose más tarde en vizconde de Rueda.

    La fortaleza es un amplio recinto triangular situado sobre un espolón inaccesible por dos de sus lados accediéndose por el tercero donde se encontraba la puerta de acceso al recinto que hoy día no existe. El recinto se distribuye en tres niveles escalonados.
    En el más alto tenemos una torre, que ha perdido el remate y la puerta de acceso. En el nivel medio queda un lienzo de muralla en el que se pueden reconocer los arranques de los muros de varias dependencias rectangulares y algunos muros de tapial que serían la zona residencial. El nivel inferior era el más amplio y llano, pero apenas quedan restos visibles.

    Se conserva un tramo de muralla almenada que conecta con una torre albarrana que protegía el acceso. Esta torre es de planta cuadrada, con puerta y ventanas de estilo caifal. También se conserva un aljibe subterráneo, al que se puede acceder por unas escaleras talladas en la roca. En lo alto de la montaña se alzan dos hermosas torres cuadradas construidas en tapial. El castillo se encuentra en estado ruinoso, aunque conservando algunos muros de considerable volumen formando un conjunto de importancia relevante. Se encuentra en un estado de conservación lamentable lo que hace que esté incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro (España).






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    LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL


    2.42. LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL (SIGLO XI. GALLUR)

    Con la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, la caída de Zaragoza Sarakusta desde entonces— provocó la toma rápida de todas las poblaciones de su entorno, entre ellas Gallur. El cambio de administración supuso la islamización de la mayor parte de sus habitantes, aunque algunos continuaron fieles a su religión cristiana: eran los mozárabes.
    Cuando en el siglo XI el Califato cordobés se fraccionó en multitud de reinos taifales —pequeños feudos regidos por reyes propios, entre los que destacaron los de Sevilla, Badajoz, Toledo o Zaragoza—, Gallur formó parte de esta constelación y, desde su atalaya, dominó un pequeño territorio integrado por siete poblaciones. Era de los pocos, quizás el único, de los reinos de taifa gobernado por una mujer.
    La vida de la mayor parte de estos pequeños feudos musulmanes fue efímera, bien por ser absorbidos por otros más poderosos, como el de Sarakusta, bien por sucumbir a manos de los ejércitos cristianos.
    Lo cierto es que el reino de Gallur se derrumbó en la práctica sin oposición. Bastó tan sólo para ello que los asaltantes cristianos superaran las barreras artificiales que defendían a la población por el sur y el este. Por el norte, el asalto era casi imposible, puesto que existía la doble defensa natural del río Ebro y de la cantera.
    Ante aquel ataque, la reina, que iba acompañada por varios de sus súbditos —cargados con armas, enseres y tesoros— se dirigió a la entrada de un enorme pasadizo, de más de seiscientos metros de longitud, que iba a parar a la cantera y al río, en la parte norte, desde donde se podía huir. Era lo que se conoce como «caño de los moros». Pero lo cierto es nunca llegaron a la salida, pues un accidente les debió dejar atrapados en las entrañas de la tierra junto con tan extraordinario botín.

    Durante siglos, al eco de esta noticia, han sido muchos los que han tratado de profundizar en el «caño de los moros», pero nadie ha podido dar con el tesoro que la reina pretendía llevarse.
    [Datos proporcionados por J. Ramón Belsué, José A. Navarro y Agustín Sierra, Instituto de Bachillerato de Borja.]

    caño de los moros, tesoro, reina mora, taifas, Gallur






    SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS


    2.41. SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)

    Durante una de las varias expediciones que realizó Rodrigo Díaz de Vivar por las altas y hermosas tierras del Maestrazgo, camino de sus dominios levantinos, intentando debilitar las fuerzas musulmanas de su retaguardia, se vio en la necesidad de entablar batalla con un potente contingente armado musulmán, encuentro que tuvo como escenario concreto la llanada que da entrada a la actual ermita del Cid, donde se dice que había fundado el poblado de Torrenublos, cerca de La Iglesuela del Cid.
    Las huestes cristianas de don Rodrigo, habituadas a vencer en mil escaramuzas y batallas, se vieron en esta ocasión acorraladas por un ejército mucho mayor en número y más descansado. La derrota estaba a punto de consumarse sin remedio, lo cual podía haber tenido consecuencias negativas importantes en las tierras de Levante.
    Sin embargo, al grito habitual de guerra de «¡Santiago y cierra España!» de los desesperados soldados del Cid, apareció milagrosa e inmediatamente el Apóstol, cabalgando sobre un hermoso caballo, mostrando la cruz de san Jorgesobre su estandarte blanco. Su silueta se recortó enhiesta en el cielo, sobre la Peña del Morrón. El jinete, espoleando a la bestia, logró de ésta un fantástico salto, de modo que se presentó en la explanada en la que tenía lugar la desigual pelea. Debido al peso del caballo y del jinete, caídos desde tan larga distancia, la pata izquierda del corcel quedó marcada en la roca dura, señal que todavía puede verse hoy, a pesar del tiempo transcurrido.
    Ni que decir tiene que esta ayuda inesperada dio bríos nuevos a los guerreros cristianos, a la vez que los combatientes moros quedaron atónitos y asustados, acabando por perder una batalla que sólo unos minutos antes creían tener ganada.

    Cuando todo acabó, una vez atendidos los heridos y enterrados los muertos, tras poner a buen recaudo los cautivos moros y habiendo sido repartido el botín, el Cid dio descanso a los suyos. Mientras, junto a la huella que dejara la pata del caballo, se levantó un hermoso peirón, a la manera de estas tierras turolenses, dedicado al Apóstol, al que por aquí se le llamaba no Santiago sino san Jaime. Quiso el Cid recordar así la victoria que consiguiera merced a su intervención milagrosa.
    [Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 44-45.
    Alejos Puig-Izquierdo, Fidel, La Iglesuela del Cid..., pág. 62.]


    https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor


    http://worldcat.org/identities/lccn-n96043623

    https://es.wikipedia.org/wiki/La_Iglesuela_del_Cid

    SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)

    EL CID, EN CALANDA


    2.40. EL CID, EN CALANDA (SIGLO XI. CALANDA)

    Rodrigo Díaz de Vivar —uno de los mayores estrategas, guerreros y políticos de su tiempo— fue un viajero de constante caminar, apareciendo siempre mezclado en acciones bélicas de todo tipo o en foros políticos diversos, tanto en territorio bajo dominio cristiano como musulmán, convirtiéndose, sin ningún género de dudas, en un personaje decisivo en la configuración geopolítica peninsular del momento.
    En ese constante ir y venir de un lado a otro, el Cid Campeador vivaqueó en varias ocasiones por las tierras altas y quebradas del Bajo Aragón y, sobre todo, por las del Maestrazgo, llegando incluso a fundar, según la legendaria tradición, una nueva población para que le sirviera de apoyo logístico en sus acciones guerreras. / La Iglesuela del Cid /

    Muchas son las evidencias del paso del Cid en varios pueblos de tan amplias comarcas, cual es el caso de Calanda, población en la que, en cierta ocasión, tuvo que refugiarse a todo galope dada la persecución de que era objeto, saltando con su caballo el arroyo que las lluvias torrenciales habían crecido, célebre y recordado salto del que todavía queda hoy una huella visible en la roca, la llamada «Pota del Caballo». Las prisas de la acción no le permitieron entrar normalmente ni por el «puente Cil» ni por el «arco del Cid», nombres que los calandinos les pusieron en honor de tan famoso personaje.
    [Anónimo, «Puente y Portal del Cid», en Variedades, BHGBA, I-II (1908), 35.]


    El Puente Cid de Calanda, también llamado "Puente romano", es un viaducto situado sobre el río Guadalopillo. Data del finales del siglo XVIII. Recibe este nombre en homenaje al Cid Campeador, quien pasó por estas tierras.

    Templo del Pilar (Calanda)



    PEDRO I DE ARAGÓN LUCHA CONTRA EL CID CAMPEADOR


    2.39. PEDRO I DE ARAGÓN LUCHA CONTRA EL CID (SIGLO XI. PERALTA)

    Después de haber cometido verdaderos estragos a los moros levantinos en la comarca de Onda y Almenar y soportada una larga y fatigosa cabalgada de varias jornadas, llegó el Cid Campeador con sus hombres a las puertas de la musulmana ciudad de Zaragoza. Tal como era habitual, el guerrero castellano fue huésped en el palacio del rey moro de la Aljafería, donde recuperó fuerzas y recompuso su hueste.

    PEDRO I DE ARAGÓN LUCHA CONTRA EL CID CAMPEADOR

    Tras descansar unos días en la ciudad del Ebro, partió de nuevo con sus hombres en dirección a Huesca, primero, y más tarde hacia Monzón. Los vigías de Pedro I pusieron al monarca aragonés al corriente de las andanzas del Cid, de modo que, sabiendo que se acercaba, se aproximó con sus caballeros hasta Piedra Alta, donde decidió elegir un paraje adecuado y plantó sus tiendas de campaña para esperarle.
    Llegado el Cid a Monzón, determinó pasar allí unos días, uno de los cuales salió a recorrer la comarca acompañado por doce caballeros de su confianza
    «a holgarse por el campo,
    armados de buena guisa»,
    o sea, a divertirse un poco con un simple ejercicio. Enterados los aragoneses a través de su red de espías de los movimientos de esta partida, les salieron al paso desde su improvisado campamento con ciento cincuenta guerreros, entablando un lucha desigual contra el Cid y sus hombres, en una especie de improvisada justa o torneo, pues, de común acuerdo, decidieron luchar uno contra uno sucesivamente.
    A pesar de ser muchos menos en número, el grupo del Cid venció a los caballeros aragoneses, apresando a siete de ellos con sus caballos y armas, mientras los demás huían temerosos del campo de batalla. Las horas que siguieron a la refriega fueron tensas, pero, tras suplicar los vencidos clemencia al Campeador para que los dejara en libertad, don Rodrigo,
    «como es muy honrado»,
    dice el legendario romance, accedió a su petición.
    [Gella, José, Romancero Aragonés, págs. 53-55.]




    Et él después que ovo leídas las cartas, como quier que ende oviese gran pesar, non quiso ý ál fazer, ca non avié plazo más de nueve días en que saliese. Enbió por sus parientes e por sus vasallos, e díxoles cómo el rey le mandava salir de su tierra e que non le dava de plazo más de nueve días, e que querié saber d’ellos cuáles querién ir con él o cuáles fincar. Minaya Álvar Fáñez le dixo: “Cid, todos iremos convusco e servos hemos leales vasallos”. Todos los otros dixieron otrosí que irién con él donde quier que él fuese, e que se non quitarién d’él nin le desamparién por ninguna guisa. El Cid gradeciógelo estonces mucho, e díxoles que si Dios le bien feziese, que gelo galardonarié muy bien. Otro día salió el Cid de Bivar con toda su compaña

    LA RECONQUISTA DE LUNA


    2.38. LA RECONQUISTA DE LUNA (SIGLO XI. LUNA)

    En la mente y en el deseo de los cristianos aragoneses estaba la toma del enclave de Huesca, una de las llaves que podrían abrir el camino hacia Zaragoza. Pero para ello era preciso ir eliminando paulatinamente otros obstáculos menores, como el que significaba la hoy villa zaragozana de Luna, situada al pie de la sierra de Luna, junto al río Arba de Biel. Preparada la correspondiente campaña, Luna fue reconquistada a los musulmanes, en 1092, por Sancho Ramírez, rey de Aragón y Navarra, al que sorprendería accidentalmente la muerte dos años después en el sitio de Huesca.
    Como en tantas otras ocasiones, la configuración del terreno sobre el que se asentaba el caserío había dado el nombre a la villa, que entonces era el de Monte Mayor, merced a su estratégica situación, y ante Monte Mayor se apostaron los guerreros de Sancho Ramírez.
    Dada la topografía del enclave, no era fácil apoderarse de la villa, a la que se cortó toda posibilidad de recibir refuerzos externos. Se estudió detenidamente la estrategia a seguir y se convino en esperar a que luciera en lo alto del cielo la luna llena para atacar de noche, como así se hizo.
    Tras la conquista de Monte Mayor todo fueron novedades, e incluso sus nuevos dueños cambiaron su anterior denominación por la de Luna, en recuerdo de aquella luna llena que iluminara desde el firmamento los edificios, las calles y las plazas de la villa, convirtiéndose así en el mejor aliado del rey cristiano y de sus tropas.
    [Zapater, Alfonso, Aragón pueblo a pueblo, tomo X, pág. 1.543.]







    LA RECONQUISTA DE LUNA

    Luna es un municipio y población de España, de la Comarca de las Cinco Villas, perteneciente al partido judicial de Ejea de los Caballeros al noroeste de la provincia de Zaragoza, comunidad autónoma de Aragón, a 65 km de Zaragoza. Tiene un área de 308,92km² con una población de 733 habitantes (INE 2016) y una densidad de 2,37 hab/km². El código postal es 50610.


    Desde el punto de vista eclesiástico, depende de la diócesis de Jaca que, a su vez, es sufragánea de la archidiócesis de Pamplona.

    Actualmente, lo que se conoce como municipio de Luna comprende los siguientes núcleos:

    Luna
    Júnez

    Su término municipal linda por el norte con el de la población de El Frago y con Agüero, al este con Valpalmas, Piedratajada y Gurrea de Gállego, al sur con Las Pedrosas, Erla, Sierra de Luna y Castejón de Valdejasa, y al oeste con los de Ejea de los Caballeros y Orés.

    Las mayores alturas corresponden al Fragal (856 m), que marca la divisoria entre Luna, El Frago y Orés; a Monlora (657 m); a la Peña del Valiente (620 m); y a Santiá (389 m), que marca la separación entre Erla, Luna y Ejea.

    Está atravesado de norte a sur por el río Arba de Biel, del que es afluente el río Júnez, así como diversos barrancos.

    Castillo palacio de los Luna o torre del reloj.
    Castillo de Villaverde (Luna).
    Castillo de Obano.
    Castillo de Yéquera.
    Iglesia parroquial de Santiago y San Miguel.
    Iglesia de Santiago de la Corona.
    Iglesia de San Gil de Mediavilla.
    Santuario de Nuestra Señora de Monlora.

    LOS CASPOLINOS, EN LA BATALLA DE ALCORAZ


    2.37. LOS CASPOLINOS, EN LA BATALLA DE ALCORAZ (SIGLO XI. CASPE)

    El escenario es el asedio de la plaza fuerte de Huesca. Cuando Pedro I, rey de Aragón —ayudado, entre otros, por caballeros del otro lado de los Pirineos y navarros—, se enfrentó en la batalla final a la potente coalición musulmana (incluida una importante colaboración cristiana castellana) que defendía la plaza de Huesca, el monarca aragonés contó también con una aportación no muy numerosa pero sí selecta y aguerrida de cristianos llegados de Caspe, que se hicieron notar de manera ostensible por su valor en la jornada memorable del veinticinco de noviembre.
    Sabido es que esta batalla definitiva sobre la plaza oscense se libró en la planicie de Alcoraz, despoblado cercano a la ciudad, y todo el mundo conoce, asimismo, la decisiva intervención que en la confrontación bélica tuvo el caballero san Jorge, llegado aquel mismo día tras haber participado activamente en la batalla de Antioquía, en Oriente.
    La realidad es que buena parte de las tropas agarenas, ante el pésimo cariz que iba tomando poco a poco la cruenta pelea, emprendió la huida precipitada y desordenada hacia Sarakusta tratando de evitar la muerte, mientras la ciudad oscense se veía obligada a rendirse. El extenso campo de batalla de Alcorazpresentaba un aspecto desolador pues quedó totalmente sembrado de hombres heridos, mutilados y cuerpos sin vida. Entre estos últimos, se pudieron contar los cadáveres de cuatro reyes moros, tres de los cuales fueron hallados precisamente en el terreno que habían defendido con arrojo y valentía sin igual los caballeros caspolinos.

    tres de dichas cabezas en el que sería escudo de la villa caspolina
    cuatro cabezas de moros, escudo, Aragón
    Aquel hecho singular dio lugar a una doble decisión de enorme simbología. Por una parte, a la incorporación de cuatro cabezas de moros en uno de los cuatro cuarteles que conforman el escudo de Aragón, y, por otra, por decisión del propio rey aragonés, Pedro I, de tres de dichas cabezas en el que sería escudo de la villa caspolina.

    [R.L., «Los Anales de Caspe, por Valimaña», BHGBA, III-IV (1909), pág. 64. Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso. Caspe. (2º ed.), 49-50.]

    Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso.
    Vicente Ferrer, compromiso de Caspe



    https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=558939

    Compromiso de Caspe

    http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/breve-historia-de-un-compromiso-que-esta-muy-de-moda/

    https://blog.eldique.es/images/pdf/Libro-digital.pdf

    http://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/monarquia/casp.shtml

    https://www.academia.edu/5222592/_La_baja_nobleza_aragonesa_despu%C3%A9s_del_Compromiso_de_Caspe_movilidad_social_y_estrategias_pol%C3%ADticas_1412-1436_El_Compromiso_de_Caspe_1412_cambios_din%C3%A1sticos_y_constitucionalismo_en_la_Corona_de_Arag%C3%B3n_XIX_CHCA_Iber_Caja_Zaragoza_2013_pp._432-442

    Ayuntamiento de Caspe


    UN DETALLE DEL ÚLTIMO ASEDIO DE HUESCA, 1096


    2.35. UN DETALLE DEL ÚLTIMO ASEDIO DE HUESCA (1096) (SIGLO XI. HUESCA)

    Es el 12 de mayo y ha comenzado el asedio de Huesca por Pedro I de Aragón. El gobernador musulmánoscense ha solicitado refuerzos a al-Mostain de Zaragoza, que no sólo aporta guerreros moros, sino que ha conseguido la ayuda del conde García Ordóñez de Nájera. El ejército que acude en ayuda de al-Mostain es tan numeroso que, al decir de las crónicas, los primeros musulmanes llegaban a Zuera cuando los últimos todavía estaban en Altabás, arrabal zaragozano.
    Por su parte, en el campo cristiano había recalado, llegado desde Gascuña, el desterrado Fortún, con trescientos peones y diez cargas de mazas, que luego serían decisivas en la batalla.
    Los contendientes, por fin, estuvieron frente a frente. Las fuerzas estaban muy igualadas, contando cada ejército con unos veinte mil guerreros, según un cronista árabe. El desenlace de la inminente batalla era, pues, incierto.
    Fue entonces cuando —según el mismo cronista moro— Pedro I envió un espía al campo enemigo para que indagase el número de guerreros esforzados y de fama con los que contaba el ejército musulmán y que fuesen reconocidos como tales por los cristianos por sus proezas. A la vez, debía averiguar cuántos caudillos aragoneses eran conocidos por los musulmanes y cuántos de ellos estaban en el campamento cristiano en aquel momento.
    Cuando regresó el espía, comunicó al rey que el número de caballeros sarracenos famosos ascendía a siete. Así es que hizo contar los hombres cristianos de valor que estaban en su campamento en aquellos instantes, alcanzando el número de ocho. La noticia hizo feliz al rey Pedro I, a quien se le oyó exclamar: «¡Oh, qué día tan fausto»!
    El propio cronista musulmán nos relata el sentido de aquellas palabras, pues era creencia cierta que las batallas se ganaban no por el número total de contendientes que, por cierto, era semejante, sino por el número de guerreros sobresalientes con los que contaba cada ejército, de modo que aquel que aventajase al otro aunque solamente fuera en uno ganaría la contienda, como en este caso así sucedió.

    [Ubieto, Antonio, Historia de Aragón: La formación territorial, págs. 122-124.]


    http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/download/623/634

    https://es.wikipedia.org/wiki/Garc%C3%ADa_Ord%C3%B3%C3%B1ez




    Jornada cuarta. Novela tersera.

    Cuarta jornada. Novela tersera.

    Tres joves volen a tres germanes y en elles se fuguen a Creta. La mes gran, per sels, mate al seu amán. La segona, entregánse al duque de Creta, salve de la mort a la primera, pero lo seu amán la mate y fuch en la primera. Culpen de aixó al tersé amán en la tersera germana y a la presó u confessen y per temó a morí sobornen (corrompíxen en dinés) a la guardia, y, pobres, fugen a Rodas y a la pobresa allí se moren.
    Filostrato, sentit lo final del novelá de Pampínea, se va quedá un poc encantat y después va di giránse cap an ella:
    - Algo bo y que me ha agradat ha tingut lo final de la vostra novela, pero massa chalera y cachondeo ha tingut la historia, que haguera preferit que no tinguere.
    Después, giránse cap a Laureta, va di:
    - Siñora, seguíu vos en una milló, si es que pot sé.
    Laureta, enriénsen, va di:
    - Massa cruel estéu contra los amáns, si sol un mal final los dessicháu; y per a obeítos tos contaré una história sobre tres que van acabá mal, habén disfrutat poc del seu amor. Y dit aixó, va escomensá:
    Joves siñores, com claramen podéu vore, tots los vissis poden tornás, en grandíssim doló, contra qui los té y moltes vegades contra datres; y entre los que en mes fluixes riendes a los nostres perills mos porte, me pareix que la ira es la que mes. La ira no es datra cosa que un impuls rápit y sense pensá, y desterrada tota raó y tenín los ulls de la men ombriosos per les tiniebles, en ardentíssima fogonada ensén lo nostre ánimo. Y encara que en frecuénsia li sobrevé al home, y mes a uns que a datres, no menos ha sobrevingut a les dones, perque mes fássilmen se ensén en elles y allí creme en flama mes clara y en menos freno les sacse.
    Y no ña que maravillás de aixó: perque si volem mirá, vorem que lo seu foc per la seua naturalesa antes pren en les coses ligeres y suaves que en les dures y mes pesades; y natros som (no u tínguen a mal los homes) mes delicades del que u són ells, y mol mes volubles. Per lo que, veénmos naturalmén an aixó proclives, y mirán después cóm la nostra mansedumbre y benignidat són gran descáns per als homes en los que acostumbrem a tratá, y cóm la ira y la furia són de gran angustia y perill, per a que de ella en mes fort pit mos guardem, l´amor de tres joves y tres siñores, com hay dit abáns, convertit de felís que ere en mol infelís per la ira de una de elles, tos amostraré a la meua história.
    Marsella está, com sabéu, a la Provença, es una nobilíssima y antiga siudat, situada a la vora del mar, y va sé abáns mes abundán en homes rics y en grans mercadés de lo que avui se veu; entre los que va ñabé un de nom N'Arnald Civada, home de naiximén lo mes baix possible pero de cla honor y leal viachán, sense mida ric en possesións y en dinés, y de la seua dona teníe mols fills entre los que ñabíen tres dones, y eren de mes edat que los atres que eren homes. De estes, dos, naixcudes de una bessonada, teníen quinse añs, la tersera ne teníe catorse; y los seus paréns sol esperaben per a casáles la tornada de N'Arnald, que en la seua mercansía sen habíe anat cap a España. Eren los noms de les dos primeres, Ninetta y Maddalena. La tersera se díe Bertella. De Ninetta estabe un jove, gentilhome encara que fore pobre, de nom Restagnone, enamorat tan com podíe, y la jove de ell; y de tal modo habíen sabut obrá que, sense que cap persona al món u sapiguere, disfrutaben del seu amor; y ya habíen chalat bastán tems cuan va passá que dos joves amics, Folco y Ughetto, morts sons pares y habén quedat riquíssims, la un de Maddalena y l´atre de Bertella se van enamorá. De lo que acatánsen Restagnone (habénli sigut mostrat per Ninetta) va pensá en ajudás en la seua falta de amor, y familiarissánse en ells, ara a un ara al atre, y a vegades als dos, los acompañabe a vore a les seues siñores y la de ell.
    Y cuan li va pareixe sé prou familiar y amic seu, un día los va cridá a casa seua y los va di: - Mol volguts joves, lo nostre trate tos pot habé demostrat cuán es l´amor que tos ting y que per vatros faría lo mateix que per mí; y perque mol tos vull, tos mostraré lo que me ha vingut al ánimo, y vatros después en mí, juns, agarrarém lo partit que tos paregue milló. Vatros, si les vostres paraules no mentíxen, y per lo que en lo vostres comportamén de día y de nit me pareix habé entés, teníu un grandíssim amor per les dos joves que voléu, y yo per la tersera, san germana. Me demane lo cor trobá un dols y plassenté remei com es éste: vatros sou riquíssims, lo que no soc yo; si vullguéreu ajuntá les vostres riqueses y fém a mí lo tersé posseedó de elles jun en vatros y cavilá a quina part del món podríem aná a viure alegremen en elles, sense falta me diu lo cor que podré fé que les tres germanes, en gran part de lo que té son pare, vínguen en natros aon vullgám aná, y allí cada un en la seua com a germáns podrem viure com los homes mes felisos que ña en tot lo món. A vatros tos toque ara dessidí si voléu sé felisos fén aixó, o dixáu está.
    Los dos joves, que anáen ensesos per les dos dones, al sentí que podríen tíndre a les dos dones, no van passá mol rato pensán, y van di que, si aixó passabe, estaben disposats a féu. Restagnone, en esta resposta de los joves, al cap de pocs díes se va trobá en Ninetta, a la que sol podíe vore en gran dificultat; y después de está en ella un tan, li va explicá lo que habíe parlat en los joves, y en moltes raóns la va intentá convénse de esta empresa. Pero poc difíssil li va sé, perque ella mol mes que ell dessichabe pugué está en ell sense sustos y ñirvis; per lo que de bona gana li va contestá que li pareixíe be y que les seues germanes, y sobre tot en aixó, faríen lo que ella vullguere.
    Tornán Restagnone cap als dos joves, los va di que per part de les seues siñores lo assunto estabe dessidit; y entre ells van quedá anássen a Creta después de véndre algunes possesións que teníen, en la excusa de volé aná a comersiá en eixos dinés, y cambiades en dinés totes les demés coses que teníen, van comprá una saetíay la van armá en secreto, y van esperará la fecha pactada.
    Per un atra part, Ninetta, que del dessich de les germanes massa sabíe, en dolses paraules les va inflamá que los va pareixíe que no viuríen prou per a arribá a fé alló. Per lo que, arribada la nit a la que teníen que embarcá a la saetía, les tres germanes, ubert un gran cofre de son pare, van traure de ell una gran cantidat de dinés y de joyes, y en elles, de casa les tres de amagatóns van eixí, segóns lo planejat, y van aná cap allí aon estaben los seus tres amáns que les esperaben. Van pujá a escape a la saetía, van "doná los reinos al aigua" y van marchá navegán, y sense parás un pun a cap puesto, en son demás de tarde van arribá a Génova, aon van pugué disfrutá los amáns del goch y plaé del seu amor per primera vegada. Y provínse de alló que nessessitaben van continuá lo viache, y de un port a un atre, antes de que arribare lo día vuit desde que van eixí, sense cap impedimén van arribá a Creta, aon van comprá grandíssimes y hermoses possesións, y mol prop de Candia van construí hermossíssimes mansións; y allí van escomensá a viure en mols criats, gossos, carn de ploma, caballs, y fen convits y festes y chalán tot lo que volíen, a guisa de baróns. Y vivín aixina, va passá que encara que les coses mol te agradon, si se tenen en massa cantidat cansen. Restagnone, que mol habíe vullgut a Ninetta, puguénla tíndre sense cap temó, va escomensá a cansás de ella, y a falláli l´amor per nella. A una festa li va agradá mol una jove del país, hermosa y noble Siñora, y la va escomensá a festejá, y a fé per nella mols gastos y festes, de lo que sen va acatá Ninetta, y li van entrá tans sels de ell que no podíe doná una passa sense que ella u sapiguere y sense que después lo renegare. Pero aixina com la abundánsia de les coses porte lo empach, se multiplique la gana cuan te neguen lo que dessiches: y aixina los renecs de Ninetta avivaben les flames del nou amor de Restagnone; y com passán lo tems la cosa va seguí pel mateix camí, Ninetta se va ficá mol triste, y li va assaltá la ira y a tan va víndre que, convertit l´amor que li teníe a Restagnone en odio amarg, segada per la ira, va pensá en matá a Restagnone y vengá la vergoña que li pareixíe habé patit. Va fé víndre a una agüela griega, gran mestra en escriure venenos, y en promeses y en regalos li va fé prepará un aigua venenosa, y sense aconsellás de dingú, una nit a ni va doná de beure a Restagnone que estabe acalorat y que no se barruntabe res. La forsa mortal de aquella aigua va sé tanta que abáns de arribá lo matí lo habíe matat. Esta mort la van sentí mol Folco, Ughetto y les seues dones, sense sabé que habíe mort envenenat. Van plorá juns en Ninetta y lo van enterrá. Pero va passá que no mols díes después, per un atra malvada acsió, va sé apresada la agüela que habíe preparat lo veneno, y entre atres maldats, al patí la tortura, va confesá, y va mostrá lo que habíe passat en Restagnone, per lo que lo duque de Creta, sense res di, de amagatóns una nit va aná pels voltáns de la vila de Folco, y sense cap abalot ni opossisió, se va emportá detinguda a Ninetta, de la que, sense cap tortura, ben pronte va sabé lo que volíe sentí sobre la mort de Restagnone.
    Folco y Ughetto se van enterá per qué habíe sigut apresada Ninetta, lo que mol los va dóldre, y ficáen mol empeño en fé que Ninetta escapare al foc, al que creíen que siríe condenada, pero lo duque estabe firme en fé justíssia.
    Maddalena, que ere una hermosa jove y habíe sigut festejada per lo duque sense habé fet may res del que ell volíe, creén que si li donabe lo gust podríe liberá a la germana del foc, lay va doná a enténdre per mich de un cauto embajadó, que ella estabe a les seus órdens si dos coses se seguíen de alló; la primera, que recuperare a san germana salva y libre; y l’atra, que alló fore cosa secreta. Lo duque, escoltada la embajada y agradánli, va considerá si teníe que féu y al final va está de acuerdo y va contestá que se faríe. Fen apresá, en consentimén de la Siñora, una nit a Folco y a Ughetto, va aná secretamen a albergás en Maddalena. Va ficá a Ninetta a dins de un sac y va di que aquella nit mateixa la aviaríe al aigua en una pedra lligada al coll. Lay va portá a san germana y per preu de aquella nit lay va doná, demanánli al anássen pel matí que aquella nit, que habíe sigut la primera del seu amor, no fore la radera. Pel matí, Folco y Ughetto, habíen sentit que Ninetta per la nit habíe sigut aviada al mar, y creénsu, una vegada liberats, van torná a casa per a consolá a les seues dones per la mort de la germana. Per mol que Maddalena se les va ingeniá en amagála, Folco sen va acatá de que estabe allí; de lo que se va extrañá mol y de repén va sospechá, perque habíe sentit que lo duque habíe festejat a Maddalena, y li va preguntá cóm podíe sé que Ninetta estiguere allí. Maddalena va cavilá una llarga fábula per a explicálay, pero ell (que ere malissiós) se la va creure ben poc, y la va apretá per a que diguere la verdat. Y ella, después de moltes paraules, lay va di.
    Folco, vensut per lo doló, inflamat per la ira, va desenvainá una espasa, y la va matá, sense fé cas de los crits de mersé. Teménse la ira y la justíssia del duque, dixánla morta a la alcoba, sen va aná aon estabe Ninetta, y en la cara mol alegre, li va di:
    - Anem allí aon tan germana ha determinat que te porta per a que no tornos a máns del duque.
    Creénsu Ninetta, y com teníe temó del Duque, sen va aná en Folco, sense despedís de san germana. Sén ya de nit, se van ficá de camí, y en los dinés que Folco va pugué agarrá, que van sé pocs; sen van aná cap al port, van pujá a una barca y may mes se va sabé aón van arribá. Al día siguién se van trobá a Maddalena morta, y van ñabé algúns que per la enveja y odio que li teníen a Ughetto, rápidamen lay van fé sabé al duque, y ell, que mol volíe a Maddalena, corrén fogosamen cap a la casa, va detíndre a Ughetto y a la seua dona, que de estes coses encara no sabíen res, y los va fé confesá que ells y Folco habíen sigut los culpables de la mort de Maddalena. Per esta falsa confessió, ells, teménse la mort, en gran habilidat a qui los guardaben van soborná, donánlos una serta cantidat de dinés que teníen amagats a casa per a un cas mol nessessari: y jun en los guardies, sense tíndre tems de agarrá cap de les seues coses, van pujá a una barca, y de nit se van escapá a Rodas, aon van viure a la miseria no mol tems.
    Pos an este estat los va portá a tots lo loco amor de Restagnone y la ira de Ninetta.

    jornada cuarta novela cuarta